La apuesta del Intendente Suárez al impulsar el tratamiento y la aprobación por parte del Concejo Deliberante de la Ordenanza que establece un Código de Convivencia en la Ciudad de Mendoza, fue una iniciativa en favor de la concordia, en tiempos de discordia; del respeto por el otro, en tiempos en que no existe el respeto mutuo; del reconocimiento del derecho que tiene el vecino a disfrutar del espacio público sin interferencias, en tiempos en que lamentablemente no puede hacerlo.
La convivencia, en su acepción más amplia, es un concepto vinculado a la coexistencia pacífica y armoniosa. Además de los vecinos que eligen la Ciudad de Mendoza como hogar, esta recibe a diario quinientas mil personas de los Departamentos aledaños y, sus calles, más de trescientos mil vehículos. Es también la sede de la administración pública – el Gobierno Provincial, el Poder Judicial y la Legislatura – con la zona bancaria y comercial más importante de la Provincia e incluso alberga a miles de estudiantes de colegios de distintos niveles y Universidades, públicas y privadas, convirtiéndola en un polo sociocultural y de servicios de suma importancia.
Aunque el proceso de interacción es imprescindible para el bienestar y la salud de los individuos, la convivencia no siempre resulta fácil. El conflicto se encuentra a la vuelta de cada esquina y allí es donde pueden incidir negativamente los diferentes intereses sociales, culturales y/o económicos, entre otras muchas posibilidades.
Por ello, el respeto y la solidaridad son dos valores fundamentales, justamente para que la convivencia armoniosa sea posible. Ese es el valor supremo que intenta proteger la iniciativa del Intendente de la Ciudad, legislación que, por otro lado, viene a suplantar una norma que devenía del proceso militar, un Código que sí se fundaba exclusivamente en un espíritu de marcado corte prohibitivo.
Convivir en una sociedad amigable hace indispensable un orden, un mecanismo que regule la conducta de las personas de tal manera que se respeten los derechos y las libertades de todos por igual. Con ello surgen las normas, como expresión de un acuerdo necesario que ordene el comportamiento, conllevando a su vez una sanción ante su eventual incumplimiento. La norma también puede ser coactiva, lo que implica la posibilidad de utilizar la fuerza para que se cumpla aunque, en el caso que nos ocupa, los municipios no poseen el uso de la fuerza pública.
Desde la oposición – no toda por cierto – se ha hecho hincapié en las restricciones, la coacción y el uso de la fuerza que el Código habilitaría. Resulta interesante analizar, que esa posición es sostenida férreamente por el FIT un frente de izquierda de extracción fuertemente trotskista, que en su imaginario ideológico tiene como ícono de sociedad política a la Ex Unión Soviética o Cuba – toda nuestra solidaridad con el pueblo cubano, tan sensible, tan cálido -, donde cualquier manifestación contraria al régimen oficial está prohibida, el acceso a internet está restringido y/o vedado, la disidencia de pensamiento se paga con largos años de cárcel y hasta la diversidad sexual es duramente reprimida ¿Ese es el modelo de “convivencia” que nos proponen?
Por el contrario, la iniciativa del Intendente Suárez apunta a un ordenamiento que hace evidente la necesidad de reconocer en el otro a un igual, a quien debemos respetar en todos sus atributos personales. Así, reconoce espacios públicos que se encuentran habilitados para determinadas actividades, como plazas y paseos públicos para la recreación, esparcimiento o descanso; u otros lugares destinados a los “skaters”, actividad que no se prohíbe sino que, por el contrario, se reubica en lugares dónde puedan realizarse sin poner en riesgo la salud propia y ajena, y los bienes del patrimonio público de todos los vecinos de la Ciudad de Mendoza. Prohíbe sí, (tampoco son reprochables las prohibiciones cuando atienden el interés general, en una estructura con la suficiente flexibilidad para adaptarse a las nuevas realidades) la venta ambulante, que desanima al emprendedor que está en regla, paga sus tasas e impuestos y genera puestos de trabajo.
Una de las características de la convivencia es que reconoce la necesidad de contar con los demás para vivir mejor y poder desarrollarse. En este sentido, la diversidad se convierte en la clave de la humanidad. Es ésta característica, ésta particularidad, lo que nos alimenta y nos hace crecer como personas, pero también se convierte en el punto de partida de las controversias o conflictos.
La convivencia ciudadana implica necesariamente la convivencia democrática que significa vivir “con” el que piensa distinto, tiene diferente idioma, cultura, raza o religión. Todo ello en armonía, sin que los derechos de una persona avancen sobre los de los demás.
La convivencia ciudadana es el desafío mayor que ha tomado el Intendente Suárez. Ordenar la Ciudad para que todos podamos desarrollarnos y gozar plenamente de las posibilidades que otorga, superando por consiguiente las diferentes problemáticas que a diario se nos presentan, armonizando los intereses individuales con los generales, para que los conflictos se desenvuelvan de manera constructiva.
El desafío de Suarez es audaz e innovador, ya que significa una apuesta al cambio cultural que se ha ido moldeando durante larguísimos años. Un desafío inmenso, por cierto, y que ahora debe animarnos a dar un paso hacia el cambio.
Link Permanente: http://www.mdzol.com/opinion/566132-se-puede-vivir-con-el-otro/
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