Por consejo de expertos infectólogos, el aislamiento obligatorio es aplicado por diversos países como la mejor medicina -hasta ahora- para contener al virus.
En este marco, y en consonancia con lo que sucede a nivel global, nuestro país también debate si prioriza la salud -para salvar vidas- o la economía. Se esgrime que, de no darse prevalencia a la economía, morirán las empresas, los comercios, el empleo, el turismo y toda actividad humana.
La polémica está planteada: Salud o Economía. Pero, ¿es realmente un dilema?
En tiempos de Sócrates ya se reflexionaba sobre el tema. Según retrata Platón, Hipias de Élide le consultó a su maestro, sobre un dilema personal: «Tengo una mujer a la que amo mucho y una amante que me da mucho placer ¿Qué debo hacer? ¿Debo quedarme con mi mujer o marcharme con mi amante?» Sócrates respondió: «Hagas lo que hagas te arrepentirás (…)». Más allá de su extemporaneidad -fue planteado en el siglo V a.C- no está de más aclarar que hoy es un dilema político, moral, social y culturalmente improcedente e impropio de formular.
Actualmente, la Real Academia Española define «dilema» como un «argumento formado de dos preposiciones contrarias disyuntivamente». En estos términos, el debate entre salud o economía no puede plantearse como un dilema, pues no son -ni deben ser- dos proposiciones contrarias disyuntivamente. Tampoco lo es siguiendo el esquema reflexivo socrático: habrá pericia o impericia, lo cual será sometido al juicio de la voluntad popular, pero nunca arrepentimiento.
En todo caso, el planteo deberá formularse en otros términos. Salud y economía: ¿cómo proceder durante la pandemia?
Incluso en tiempos «normales», nadie podría dudar de la importancia de ambas previsiones para las sociedades modernas.
Somos conscientes de que resulta imposible, al menos seriamente, hacer pronósticos certeros de futuro. Debemos optar, entonces, por plantear escenarios posibles. Idealizar alternativas e intentar reflexionar sobre ellas.
Siempre es saludable tener la capacidad de observar -con espíritu honesto, crítico y plural- la experiencia de otros países, tanto de aquellos que mejor se han posicionado frente al virus, como de quienes no han estado a la altura de las circunstancias.
Alemania, por ejemplo, es uno de esos casos «exitosos»: se anticipó -incluso en el plano de sus investigaciones científicas-; cerró sus fronteras; restringió la circulación interna y reuniones sociales -sin necesidad de recurrir a la imposición de medidas de control digital y vigilancia tecnológica, como otros países-. Por estos días, ya planifica su normalización, diseñando el próximo funcionamiento de diferentes actividades e implementando un plan de rescate por unos 750 mil millones de euros para reactivar su economía.
Por otra parte, los desaciertos de las autoridades italianas, son una muestra de lo que no se debe hacer: un esquema de control carente de un liderazgo claro, sin previsión, aletargado e incluso con fuertes contradicciones entre oficialismo y oposición, culpando a los medios de comunicación por la exposición de la emergencia. Es síntesis, una gran subestimación de los efectos y la gravedad de la pandemia. Estos elementos fueron letales e Italia es uno de los países con peores índices de muertos e infectados.
Finalmente, el caso de Estados Unidos, de quien -en su posición hegemónica- se esperaba una reacción ejemplificadora, que sirviera de referencia a la «periferia». Según varios analistas internacionales, son al menos cuatro las causas que explican el impacto de esta enfermedad en el país del norte: 1) la lentitud de la Casa Blanca para reaccionar con medidas preventivas adecuadas, sumado a las polémicas y desafortunadas declaraciones de Donald Trump sobre el llamado, no sin intencionalidad política, «virus chino» o «que se trataba de una gripe que pasaría cuando llegara el calor; 2) los diversos inconvenientes para el diagnóstico de la enfermedad; 3) la lógica privada y extremadamente lucrativa de su sistema de salud; 4) la falta de coordinación entre los gobiernos locales, producto de la ausencia (o desinterés) del gobierno central.
La Universidad Johns Hopkins, indicaba que al 19 de abril se contaban 732.197 infectados y más de 38.000 fallecidos. Ergo: fracaso económico y fracaso sanitario.
A pesar de las enormes diferencias, de toda índole, frente a las grandes potencias mundiales (sean buenos o malos ejemplos de conducción durante la emergencia sanitaria), la evidencia es clara en lo pertinente de avanzar en construir un escenario que conjugue salud y economía.
Es decir, en una primera fase se ha priorizado fuertemente la salud, con el remedio del aislamiento individual, término mas inclusivo que el que lo define como «social».
Paulatinamente, una vez que se haya alcanzado los estándares propuestos por los especialistas, se comenzará a abrir la economía, por actividades y por regiones (aquellas que tengan más bajos niveles de infectados). En una posterior fase, cuando la crisis sanitaria esté controlada, podrán comenzar a encenderse los motores de la economía, hasta llegar a la última etapa, que será la «normalidad», la que representará un nuevo paradigma para todos. Serán los desafíos a enfrentar en el futuro.
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