Notas de Opinión, Prensa ; 21 marzo, 2022 a 7:02 pm

En esta columna, Sergio Bruni reflexionarsobre la catástrofe humanitaria de la guerra. «El costado humano que en ocasiones se silencia por los sonidos de las balas o los misiles».

Putin apunta contra Occidente.
Putin apunta contra Occidente.

«La guerra es siempre una derrota de la humanidad». Juan Pablo II.

Hace 32 años caía el Muro de Berlín conocido en Europa como el muro de la vergüenza, que permitió la reunificación de Alemania, la caída del bloque comunista y la desaparición de la Unión Soviética, en paralelo al triunfo del capitalismo, la libertad y la paz. Tres décadas después se desarrolla por estos días una guerra que avergüenza a la humanidad.

No analizaremos las razones o mejor expresado, las sin razones del ataque de la Rusia de Putin a la ucrania de Volodímir Zelenski. Hay tantas teorías y análisis geopolíticos como ideologías o intereses en juego. Aunque claramente tomamos posición: es repudiable y merece la más profunda condena, la invasión de Putin a la República de Ucrania. Además, La intervención armada ordenada por Putin violenta reglas básicas consagradas en el Derecho Internacional.

Nos importa en este caso, reflexionar sobre la catástrofe humanitaria de la guerra. El costado humano que en ocasiones se silencia por los sonidos de las balas o los misiles.

Según un reciente informe de Naciones Unidas, más de tres millones de personas, han huido de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa. Cada segundo que pasa un niño ucraniano se convierte en refugiado de la guerra. Nueve de cada diez personas que huyen de la violencia son mujeres y niños.

En la ciudad de Mariúpol, «sobreviven» 400 mil personas sin gas, electricidad, agua ni alimentos. Ni tan siquiera tienen la posibilidad de salir de esa ciudad porque se encuentra atrapada por el asedio de las tropas del Kremlin, tampoco puede ingresar ningún tipo de ayuda humanitaria. ¿Nada se aprendió de los actos criminales de la última gran guerra? ¿Tan bestiales son algunos humanos con posiciones de poder?

UNICEF advierte que los niños y niñas ucranianos que llegan a países vecinos corren un riesgo significativo de separación familiar, violencia, explotación sexual y trata de personas. Teniendo en cuenta que recién empieza esta guerra infame, imaginemos el incremento de personas vulnerables que irán cayendo en la misma situación de desamparo, violencia y los padecimientos por tener que dejar sus lugares, sus casas, la vida familiar, el trabajo o la escuela, como consecuencia de las balas que desde Rusia le llegaron al pueblo de ucrania para trastocarles la vida para siempre.

Cuando se habla de refugiados, aunque tienen la protección que establece la «Convención sobre el Estatuto de los Refugiados», adoptada en Ginebra, Suiza por la ONU, sin embargo, en la cruda realidad, los refugiados están obligados a padecer lo impensable, no solo las pérdidas de su pasado y presente, sino también, su futuro y dignidad como personas humanas.

Esta guerra de la vergüenza, no se circunscribe solo a Ucrania, ni tampoco las consecuencias de la crisis humanitaria. Es una catástrofe para el mundo y particularmente para los habitantes de los países menos desarrollados o más pobres, o sea, para la mayoría de los países del planeta.

El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha señalado: «El conflicto va más allá de los enfrentamientos. Es un asalto a los países más pobres«. Expresó también, «Esta guerra va mucho más allá, es una espada de Damocles que se cierne sobre la economía global, especialmente en el mundo en desarrollo».

La primera consecuencia fue el descomunal aumento del precio del petróleo, subió de 67 a 113 dólares el barril y el aumento de insumos básicos para la industria y para la producción de alimentos. Ambos países en conflicto son grandes productores de petróleo y de trigo, maíz o aceites de girasol. En argentina a partir de la guerra, el pan subió un 32% y todos los alimentos derivados de la harina vuelan como los misiles en Ucrania. No solo sucede en nuestro país, le está ocurriendo a la inmensa mayoría de los países del mundo. Las hambrunas como consecuencia de la guerra, el aumento de la pobreza y la indigencia, podría trasladarse rápidamente a las personas y a los países más vulnerables.

En pleno siglo XXI, con un vasto desarrollo de ideas y genuinas acciones en favor de cuidar el planeta y la paz entre los pueblos, el color verde, símbolo del cuidado de nuestra tierra, se ha transformado en color verde oliva militar, en nombre de una guerra absurda que nos retasa más de medio siglo de conquistas humanitarias.

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