Por estos días, y desde hace varios meses, un tema ocupa la centralidad de la información internacional. El mundo entero, hecho inédito, está inmerso en la batalla contra un virus, en apariencia, imbatible. En una vorágine de permanente información, una noticia brutal es corrida casi al instante sólo por otra más conmovedora aún. Pero sólo importa un tema.
Los seres humanos por miles -todos los días- caen abatidos en esta inesperada ¿guerra? Lo cierto es que en un abrir y cerrar de ojos, nos dormimos en un mundo y despertamos en otro.
De pronto, en las bulliciosas calles sólo se encuentra silencio e incertidumbre. Las emociones corporales se tornaron peligrosas, un apretón de mano, un beso o un abrazo fraterno, pueden ser letales. Así es como, poco a poco y casi paradojalmente, un saludo distante, no visitar a nuestros seres queridos o evitar todo tipo de encuentro social, se tornó, extrañamente, en un acto de amor.
Nadie tiene mas poder que el virus que vino a visitarnos. No hay dinero, reyes, ni la diosa Afrodita -con su belleza y sensualidad- que lo puedan detener.
Ante semejante enemigo ¿se podría optar por tener conductas mezquinas o egoístas? Aunque todo indique lo contrario, en la Argentina, suelen encontrarse. Por fortuna constituyen actitudes minoritarias. Pero ahí están, al igual que el virus, provocando inquietud.
A pocos días de que el presidente Alberto Fernández -quien, aunque parezca obvio aclararlo, no surgió de un nefasto golpe militar, sino de la voluntad popular y democrática- recurriera con premura y acertadamente al consejo de expertos infectólogos, tomando la decisión de ordenar una cuarentena obligatoria, comenzaron a sonar los cantos de sirena, aguardando a que todo saliera mal. Los agoreros del apocalipsis no podían faltar. Quienes se aprovechan delictivamente de la emergencia con sobreprecios en el sector público y privado, tampoco podían rechazar tan tentadora cita. El castigo para ellos debiera ser ejemplar. Como desertores en un batalla.
Gracias a esa misma democracia, es que existe la crítica para aportar, para señalar y corregir errores. Y, por supuesto también, para el estricto control que manda y exige nuestra Constitución. Cooperar y establecer consensos no significa tributar sumisión ni obsecuencia a nadie. La lucha entre todos y sin cuartel contra el coronavirus, no implica la supresión de la República.
Algunas encumbradas figuras de la comunicación nacional, trazaron ciertos paralelismos entre la sociedad «malvinizada» del 82´ y su discurso único -extinguido con la asunción de Raúl Alfonsín en el 83´-y la actual lucha gubernamental contra el Covid-19. Una traspolación absurda que nada aporta. Queda claro que no les importa contribuir con acciones propositivas.
Unidos y en casa. Prudentes en las declaraciones en medios de comunicación y en las redes sociales. Abocados a la construcción de consensos, básicos y amplios a la vez, entre «oficialismo y oposición». Es decir, tener el altruismo suficiente para postergar, al menos por un tiempo, las peleas y los sobredimensionados egos políticos. Aunque nadie tenga la receta perfecta, más aún en este inédito y variable contexto, quizás estos puedan ser los ingredientes de una razonable y eficiente medicina ante el enemigo pandémico.
Este martes hubo, como en otras ocasiones, una reunión virtual entre el presidente y los gobernadores. No es, ni debería ser extraño. Así debe ser: un presidente que convoca y los gobernadores presentes, como lo harían los generales territoriales para liderar una batalla. En aquel encuentro, analizaron la conveniencia de continuar el aislamiento social y el de modo ir flexibilizando la realización de algunas actividades económicas, por sectores y por regiones.
El Gobernador Suarez, junto a su equipo, tiene y debe seguir teniendo una permanente e imprescindible participación. Mendoza ha demostrado su capacidad de acción. La compra de diez mil reactivos (con los aportes de los funcionarios que ordenó el Sr. Gobernador, y al que se sumó el Poder Legislativo y un porcentaje del Poder Judicial) permitirá testear a un importante universo y detectar cómo y por dónde se mueve camuflado el virus. Nuestra provincia tiene también para aportar la experiencia de la Legislatura, mérito de oficialismo y oposición, sesionado y aprobando on line leyes de gran trascendencia institucional.
Mendoza tiene para aportar, el inmenso esfuerzo de los trabajadores y profesionales de la salud, de las fuerzas policiales y de seguridad, cavando trincheras en la línea de fuego, para tratar de impedir que el enemigo avance.
Con el ejemplar comportamiento de la inmensa mayoría de los habitantes del país que han respetado el distanciamiento social, quedándose en casa. Resta que la política juegue su mejor carta: la del altruismo, «procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio» ¿Somos capaces de adecuarnos a ello?
Altruismo del que sirve. Altruismo que nos esperance. Altruismo hasta vencer.
Comentarios