Notas de Opinión, Prensa ; 25 agosto, 2005 a 1:01 pm

La Legislatura local, en un clima de consenso, aprobó una iniciativa -impulsada por el autor de la nota- para que los días 18 de julio sean llamados “Día de la Memoria Activa”, en recuerdo del atentado a la AMIA. Por Sergio H. Bruni. Presidente del Bloque de Senadores UCR

25/08/2005 | Por disposición de esta ley, todos los 18 de julio de cada año nuestra Provincia guardará riguroso duelo realizando una serie de actos protocolares. Sumado a esto, en todas las escuelas de cada uno de los 18 departamentos mendocinos, deberá reflexionarse sobre el respeto a los derechos fundamentales, la tolerancia y el valor de la vida.

¿El motivo? 11 años atrás, se perpetraba un brutal crimen contra una Asociación Mutual destinada a brindar asistencia social y educativa a la comunidad.

Nos referimos al atentado a la AMIA, uno de los peores ataques que ha sufrido nuestro país, triste privilegio ser la primera Nación americana víctima de quienes deliran con devastar la humanidad, sembrando la cultura del terror y de la muerte, falsos adalides de principios religiosos y políticos.

La Carta de Nüremberg, de 1945, en su artículo 6 inciso c define: “El asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación u otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil, antes o durante la guerra son crímenes contra la humanidad”. La Corte Penal Internacional del 2003, contiene las últimas codificaciones sobre estos delitos y considera como crimen contra la humanidad “la participación en un ataque generalizado contra una población civil y con el debido conocimiento de dicho ataque”. Puede ser responsable de semejante delito un Estado y también una “organización que alentara o promoviera dichos ataques”. El artículo 33 de la Cuarta Convención de Ginebra, de 1949, y el artículo 56 del Protocolo I, prohíben en forma categórica las represalias contra civiles.

Es decir, no existe ningún fundamento jurídico que justifique estos atentados, por el contrario, sobrados son los que reafirman su condena. Casi paradójicamente, el fantasma de la impunidad se vuelve a hacer presente. Hace ya más de 10 años, más de un centenar de víctimas eran el triste saldo de los ataques a la Embajada de Israel y la AMIA, sin embargo hoy no hay claramente un solo responsable.

A esto se suma que, según la legislación penal vigente, el año que viene, al cumplirse 12 años de aquel hecho terrorista, el delito habrá prescripto, es decir, pese a que existe voluntad política por parte del gobierno nacional para que estos tipos delictivos sean considerados de lesa humanidad y por consiguiente de carácter imprescriptible, la norma regirá sólo para el futuro, por lo que estamos frente a una impunidad casi definitiva, aún ante una conducta antijurídica más que evidente.

Nuestro país ha sabido mostrar signos maduros de convivencia entre razas, culturas, religiones, posiciones políticas e ideológicas. Parte importante de nuestra identidad se ha forjado a partir de esta convivencia.

Ya en los albores de la República, quienes construían nuestro porvenir lo hacían pensando no sólo en ellos mismos sino también en nosotros y en “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Esta disposición preambular, para la mayoría de la doctrina jurídica más ilustrada, sin fuerza legal pero de fundamental importancia a la hora de interpretar los preceptos constitucionales, muestra de forma clara el cimiento cosmopolita de nuestra patria, por lo que resulta impensable creer que el atentado a la AMIA fue un ataque sólo a la comunidad judía.

Aunque no siempre se admita -cuestión que alimentó la impunidad de los responsables del poder en los años ’90- se trató de un ataque al pueblo de la Nación Argentina, a sus instituciones, a su integridad y a su más excelsa historia de respeto y convivencia entre razas, credos y pensamientos diversos. En la idea contraria, es decir focalizado el atentado a integrantes de una comunidad en particular, subyace un pensamiento perverso, injusto y además discriminatorio que aunque minoritario y no fundante de nuestra argentinidad siempre ha estado presente.

La ausencia de justicia y la ineficacia en la investigación nos debe llenar de vergüenza; los ejemplos más recientes de atentados en el Reino Unido, España o los Estados Unidos que colocan al mundo al borde del pánico y que tuvieron una magnitud semejante a la de la Argentina revelan que las investigaciones en aquellos países se llevan a cabo con grados de eficacia que cualquier comparación nos ridiculiza.

Pero lo que es peor aún, pareciera que no se trató sólo de negligencia, el comentado y cuestionado fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 3 de la Ciudad de Buenos Aires, señaló que la causa pareció haberse construido “pretendiendo atender las lógicas demandas de la sociedad, a la vez que satisfacer oscuros intereses de gobernantes inescrupulosos”.

Hasta ahora, para rendir homenaje a las víctimas del atentado a la AMIA nos tenía que convocar la comunidad judía, será el Estado, en este caso el provincial, el que deba rendir homenaje a las víctimas de estos atentados contra todos los argentinos.

El pasado 18 de julio, al realizarse en el Paseo del Estado de Israel los homenajes a las víctimas de 1994, el presidente de la Delegación Asociaciones Israelitas Argentinas, filial Mendoza, el Lic. Enrique Seltzer reflexionaba sobre la necesidad de recordar activamente a las víctimas de este horroroso acontecimiento.

Este acto nos motivó a impulsar el proyecto convertido en ley N° 7415, pero más importante aún, constituye una prueba cabal de que la palabra puede recobrar su valor y el reflexionar motoriza cambios y concientiza acerca de estos flagelos y la necesidad de que no queden impunes.

Como bien dice Marcos Aguinis, “la cultura terrorista de la muerte no merece la menor concesión”. El terrorismo suicida cuyo preferencial blanco son civiles indefensos no retribuirá ninguna consideración con cordiales actitudes. El olvido y la impunidad son licencias que no podemos tomarnos.

“Justicia, justicia, habrás de seguirla. Sin justicia no podrás vivir”, sin duda estas palabras de la Torah, son muestra de que mas allá de las distintas perspectivas que podamos tener de la realidad, el ideal de justicia es un pilar imprescriptible para cualquier civilización y debe concretarse, sin dilaciones ni concesiones..

URL http://www.losandes.com.ar/notas/2005/8/25/opinion-164505.asp

 

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