

Los politólogos saben que el “oficio más antiguo del mundo” como diría Andrés Malamud en el titulo de una de sus últimas publicaciones, para definir los secretos, mentiras y belleza de la política, es ciencia pero arte a la vez.
Saben también los politólogos, y quienes somos apasionados por el estudio de esta disciplina y observación práctica, que la particularidad de ciencia y arte a la vez, transforma a la política en el lugar donde podrá una sociedad depositar toda sus emociones, las más altruistas y las mas viscerales.
Esa misma sociedad en el momento de ejercer la opción y el derecho de elegir, debe esforzarse para conjugar aquellos sentimientos con la faz racional que impone la política como ciencia.
Cuando estamos en tiempos electorales donde la política, ciencia y arte, se despliega con toda su potencialidad, es bueno recordar algunas fuentes conceptuales para que como ciudadanos, tengamos la mayor claridad posible acerca de qué elegimos y, a su vez, qué exigimos con esa elección.
En consonancia con las conceptualizaciones referidas, se apalancan otros conceptos tan interesantes como los anteriores: “la política agonal y la política arquitectónica”
Para ganar una elección, un partido, un frente o una coalición, requiere de una correcta táctica, si esta no es exitosa no podrá acceder al gobierno. Para gobernar, al menos en las democracias, es necesario obtener el apoyo de la mayoría y que ese apoyo, legitimador, se exprese en el voto ciudadano.
Para seducir a los ciudadanos que voten un determinado programa hay que elaborarlo, analizarlo, estudiar su viabilidad y luego comunicarlo. Se discute en estos tiempos del Big Data, el “modo más eficaz de comunicar”, si a través de las redes sociales o de los medios tradicionales. Entiendo que ambas deben utilizarse, no es “o” sino “y”, sin excluir ningún canal de comunicación
Si toda la “campaña electoral” consigue el apoyo mayoritario de la ciudadanía, estamos en presencia básicamente, de la política agonal, es decir, del despliegue táctico.
Ganar una elección es sólo un primer paso para comenzar a transitar el camino de la política como arte, como construcción arquitectónica.
Estamos frente a un doble desafío como país. Por un lado, que quienes resulten electos con la máxima responsabilidad, construyan políticas apegadas a la idea republicana, del respeto institucional y de la persecución de logros que viabilicen un país mas justo socialmente. Y por otro lado, el atemperar los “fanatismos” (siempre perversos) que con mayor intensidad se agiganta a medida que la elección se aproxima.
A punto tal, que más que dos modelos en pugna para ser tácticamente legitimados por el voto popular, parecen dos bandos atrincherados, cual un escenario bélico, dispuestos a dar la batalla final. Este estado de beligerancia muy extendido en nuestras sociedades, conlleva a realizar algunas reflexiones.
Imaginemos en un ejercicio metafórico, a dos países o bloques de países, en declarada guerra. Tomemos como ejercicio a la Segunda Guerra Mundial. ¿Alguno de los países europeos involucrados en aquella contienda, podían desplegar alguna política de crecimiento, de bienestar, de mayor equidad social? Imposible, toda la política arquitectónica, estaba dirigida a cuestión bélica! Por tanto ¿quién invertiría en alguno de los países en este permanente estado de beligerancia? Nadie…
Pensemos ahora, en un marco electoral polarizado al extremo, con una retórica cada vez mas increpante, con conductas que se van asemejando a la de los combatientes y no a la de las disputas políticas ¿La faz arquitectónica de la política, la faz ya no táctica sino estratégica, es posible el día después de una elección, llevarla a la práctica, construyendo consensos para las grandes políticas de Estado? Con un Congreso fragmentado por similares partes, como se pueden tener diálogos sinceros que acerquen posiciones sobre los temas más importantes? Sera claramente imposible, cualquiera de los combatientes se imponga. Podría darse el escenario tan temido en cualquier democracia: “el bloqueo parlamentario”.
Desde la ciudadanía, si es que aquellos bandos en el fragor de la contienda no pueden hacerlo, deberíamos reclamar que alguno de los “generales” de ambos lados, se eleve a algún atalaya y desde cierta altura sus miradas sobrevuelen las zonas penumbrosas en las que sus “soldados” no dejan casi nada de pié!
En política como ciencia y arte, el político o coalición exitosa no es sólo el que gana elecciones sino el que hace lo que prometió. El que sabe gobernar. Pero igual comportamiento debe tener el opositor; aquel que quiere desplazar al gobernante, prometiendo caminos y soluciones distintos de los propuestos por quienes gobiernan.
En términos muy simples: una cosa es ganar elecciones y otra gobernar.
Frente a lo que tiene una simple formulación, es necesario que todos los actores que participan del rumbo del país (políticos, empresarios, sindicalistas, comunicadores, y ciudadanos) comprendan que hay que ser capaces de conjugar la política agonal con la arquitectónica. La política como ciencia y arte, para ganar y gobernar. Dejando de pensar en el concepto de política como la continuación de la guerra por otros medios. De lo contrario, poco destino tendremos y nos sumiremos en mayores dilemas, aún mas graves, sin salida alguna.
Sergio Bruni. “Docente universitario” Posgrado en “Historia y Análisis Político” Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. UNCuyo.
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