Notas de Opinión, Prensa ; 17 agosto, 2025 a 9:41 am

Sergio Bruni saca la basura de abajo de la alfombra: la gente no va a votar. Lo considera un peligro para la democracia.

La tasa de participación (porcentaje del padrón total que efectivamente fue a sufragar) en las elecciones de este año fue muy a la baja.

En las 6 elecciones locales que ya tuvimos en 2025, en todas cayó la participación versus las legislativas previas del pandémico 2021.

Tomaremos como ejemplo para su análisis las elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Manuel Adorni, obtuvo 30,13% de los votos, sobre el 53,35% del padrón. Es decir, obtuvo 495.069 votos de 3.088.750 electores habilitados. En otras palabras, el máximo ganador fue votado por 16,03% del padrón.

Sobre ese total de poco más de 3 millones de electores habilitados, apenas fueron 1.645.043. Nunca van todos, pero tampoco nunca faltaron el 47% de los convocados.

La candidata oficial Silvia Lospennato, no era una figura muy conocida como Adorni, y además, la campaña fue bastante acotada en el tiempo. Pero fue la candidata del oficialismo local, y estuvo acompañada por Mauricio Macri en muchas acciones de campaña.

Combinando ambos datos -desconocimiento de las elecciones más candidata poco relevante- se pueden extraer varias conclusiones.

Una primera conclusión, es que los flujos de información han cambiado y es más difícil hacer llegar mensajes desde los emisarios hasta los receptores. El mensaje puede ser un acto (la elección) o una persona (el candidato).

Presencia en TV, radios y diarios es necesario; las famosas recorridas o timbreos también; presencias en las redes sociales, desde ya. Todo eso es clave. Pero, aun así, no basta para llegar a todos.

Los algoritmos y la IA también juegan su partido y cada celular es un medio de comunicación propio. Forzando un poco la idea, podríamos decir que hay tantos medios de comunicación como celulares activados existan.

Otra conclusión sobreel distanciamiento del elector y las urnas es la llamada «fatiga democrática», un agotamiento de la ciudadanía respecto de los procesos electorales que no derivan en soluciones concretas para los problemas cotidianosy la consecuente desilusión y desinterés con los sistemas democráticos, la disminución de la participación ciudadana y el incremento del apoyo a lideres populistas o autoritarios

Una tercera conclusión podría ser el hecho que los candidatos son elegidos entre cuatro paredes por un puñado de dirigentes y en ocasiones por el puño de uno solo, ergo, ¿para qué ir a elegir en las urnas si de antemano ya fueron seleccionados?

Otra conclusión importante, es que no cualquier persona puede ser candidato, solo amparado en una marca electoral que pueda estar cotizando en alza. Debe tener volumen propio por su trayectoria en alguna actividad profesional, productiva, social, gremial, u obviamente por su carrera política.

El proceso de conquista del voto se complejiza: incluye la identificación del votante, su activación como elector (es decir, que vaya a votar) y que, finalmente, vote a ese candidato o partido. Todos van a tener que comunicarse más y mejor.

La baja participación es todo un incentivo para campañas radicalizadas -lamentablemente- ya que un centro moderado no interesaría mucho, más aún, si los que se están quedando en sus casas tienen ese perfil. Este combo es un gran desafío para candidatos y consultores, ¡y ni hablar para estimar proyecciones electorales con encuestas!

El nivel de participación electoral va a depender de la oferta que se genere, de lo atractiva que sea para la ciudadanía y del tipo de campaña que se lleva a cabo.

Si en 2001 la crisis de representación que generó ese momento derivó en el voto bronca, que era la sumatoria del voto blanco con el voto nulo, ahora la expresión del rechazo al sistema político y a la dirigencia política en general, se estaría canalizando a través de la ausencia de participación, de no concurrir a votar.

No yendo a votar el ciudadano estaría expresando: «No voto porque los dirigentes nos dan la espalda»

Hay que generar campañas electorales que terminen concretando que la ciudadanía esté dispuesta a ir a votar y efectivamente vaya. La dirigencia deberá hacer los esfuerzos para que esto suceda, no por la vía de la suspensión y/o eliminación de un gran instrumento ordenador y democrático de las candidaturas como son las PASO sino con estrategias de propuestas y de llegar a cada ciudadano para entusiasmarlo que vote, porque con ese voto, su metro cuadrado de la realidad, cambiará.

La abstención electoral, no debe tomarse como un fenómeno neutral, debilita las instituciones, reduce la legitimidad de los gobernantes, tanto oficialismo como oposición y ensancha la brecha entre la ciudadanía y la política.

Sergio Bruni

Analista político. Designio Consultora.

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