Prensa ; 4 mayo, 2025 a 12:25 pm

Sergio Bruni ofrece en esta nota de su autoría una despedida a Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco.

Adiós Francisco, caminante y humanista

Desde el momento en que Jorge Bergoglio pasó de ser el arzobispo de Buenos Aires al papa Francisco, fue evidente que prestaría una atención especial a América Latina.

A pocos meses de ser elegido, realizó en Brasil el primer viaje internacional de su papado y comenzó indicar a dónde quería llevar a la Iglesia, pero también a dejar claro que los cambios tendrían límites.

Francisco fue a Río de Janeiro y visitó una favela como señal de su voluntad de acercar la Iglesia a los pobres. En esa visita a Río de Janeiro, el Papa criticó la inacción del clero, llamó a recuperar fieles que se convirtieron a evangélicos o dejaron la religión y pidió a los católicos que fueran a las «villas miseria» o «favelas» de las ciudades, una de las cuales visitó en esa oportunidad.

«Quiero que la Iglesia salga a las calles», expresó en Brasil, «Si no salen, se convierten en una ONG. Y la Iglesia no puede ser una ONG».

«Prefiero una Iglesia accidentada por salir a las calles, que enferma por encerrarse en sí misma», dijo en una de sus primeras entrevistas. Y lo cumplió al pie de la letra, su pontificado fue una gira constante por las periferias humanas.

Visitó campos de refugiados en Grecia, lavó los pies de inmigrantes musulmanes y no cristianos en Jueves Santos y denunció las condiciones inhumanas de los trabajadores esclavizados. Su visita a Lampedusa, la isla italiana símbolo del drama migratorio, el 8 de julio de 2013, fue un punto de inflexión: «Hemos caído en la globalización de la indiferencia», sentenció allí.

Durante su pontificado de 12 años, Francisco fue a diez países de América Latina y el Caribe (Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, México, Colombia, Chile, Perú y Panamá) en un total de 66 naciones que visitó en viajes apostólicos alrededor del planeta.

Recorrió el mundo y no vino a su tierra natal le achacan no pocos en nuestro país, la responsabilidad de que no sucediera recae en las mezquindades de la política vernácula, ¿Venir para que tal o cual dirigente de turno saque ventajas inaceptables con su presencia o lo anden tironeando para que salude desde los balcones de la Casa Rosada junto al gobierno de turno? No regresar, fue un acto de altísima sabiduría de Francisco, era el representante de 1300 millones de católicos. Ante todo, se debía al mundo desde el mismo día que fue elegido Obispo de Roma.

Su encíclica Laudato Si, difundida en 2015, resonó en la región por ser la primera vez que un Papa dedicaba un documento semejante a la protección medioambiental, señalando una responsabilidad de los países ricos, las grandes empresas y el sistema económico global por el cambio climático y la pobreza que genera el uso desmedido de recursos naturales. Invita la encíclica, a abrir espacios de diálogo que rompan con la falta de decisión política, y que permitan llegar a acuerdos sobre los regímenes de gobernanza mundial, para acabar con todo tipo de corrupción y hacer valer la dignidad de cada ser humano.

Sus esfuerzos por la paz en el mundo fueron notorios, medió para normalizar las relaciones entre EE.UU. y Cuba en 2014, tras más de medio siglo de hostilidades, incluyó negociaciones secretas en el Vaticano y mensajes directos suyos a los entonces presidentes de esos países, Barack Obama y Raúl Castro, quienes luego agradecieron en persona al pontífice su ayuda.

El Papa también apoyó las negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, algo reconocido por el entonces presidente de ese país, Juan Manuel Santos, premiado con el Nobel de la Paz por el acuerdo que culminó en 2016.

Bergoglio asumió el liderazgo de una Iglesia con grandes desafíos y crisis, dos de los cuales involucraban directamente a Latinoamérica: la caída en el número de fieles y los escándalos por abusos sexuales dentro de la institución.

Endureció las penas del Estado del Vaticano por crímenes sexuales contra menores, y más tarde autorizó a juzgar por «abuso de poder» a las autoridades eclesiásticas que encubrieran a sacerdotes denunciados por esos delitos.

El pontífice envió señales claras sobre el aborto y la diversidad sexual, esto último no tiene precedentes en pontífice alguno anterior a Francisco. Otorgó su permiso para que los sacerdotes perdonen a mujeres que hayan abortado, o decir que «ser homosexual no es un delito» y es bien recibido en la casa de dios. Le dio un lugar a la mujer, promoviendo el ascenso de mujeres a posiciones de poder dentro de la Iglesia. En su camino de 12 años promovió reformas impensadas y abrió puertas que parecían estar herméticamente cerradas.

De hecho, en estos 12 años el Papa dio señales de cambios en la Iglesia sin alterar necesariamente la doctrina católica, fue un gran equilibrista del inmenso poder en el que debía moverse, con visiones distintas dentro de la iglesia, intereses innumerables e intrigas palaciegas por doquier, que supo conducir con manos de hierro y guantes de seda.

Es probable que la historia ubique a Jorge Bergoglio, además del argentino más destacado en el mundo, como un ejemplo de austeridad y pensamientos sin dobleces. Un humanista que cada tanto viene a curar las infectas heridas que deja el individualismo y las políticas sin rostro humano.

Sergio Bruni

Analista político. Designio Consultora.

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