Notas de Opinión, Prensa ; 12 enero, 2014 a 4:55 pm

Vamos a poner en evidencia una situació que cada día debería preocuparnos más, y a quien corresponda resolverla: la ausencia del estado.

Sin intentar realizar un pormenorizado recuento de hechos sucedidos en los últimos meses, intentaré refrescar la memoria del lector, que además ha sido observador y en algunos casos protagonista de la realidad actual de Mendoza y de la Argentina, para poner en evidencia una situación generalizada que cada día debería preocuparnos más, y a quien corresponda ocuparse en resolverla: la ausencia del estado.Entre otros ejemplos puedo enumerar aquéllos casos más graves (sin tener en cuenta las dificultades menores como el pésimo servicio de la telefonía móvil, o el servicio de transporte público de pasajeros, o el descontrolado aumento de los productos básicos de consumo).

Entonces, en la larga lista donde el estado desaparece y deja indefenso al ciudadano común podría ser encabezada con los últimos y lamentables acontecimientos: los saqueos de supermercados y comercios; reiterados cortes del servicio eléctrico en Capital Federal y en distintas provincias argentinas; cortes del servicio de agua potable; denuncias de zonas liberadas por las policías provinciales; incremento de los delitos; disminución de la atención en hospitales, en particular las cirugías programadas; decadencia en la calidad educativa y dificultad para obtener banco en las escuelas públicas; lentitud en la resolución de los trámites judiciales y en la justicia en general, y en la jurisdicción de familia y menores, esa lentitud llega a ser la causa principal del fallecimiento de las víctimas.

El examen de las causas que generan diariamente el acoso a la vida normal de cada vecino, de nosotros mismos, encuentran un denominador común que siempre está presente, la ausencia del cumplimiento de sus funciones esenciales por parte del estado. A esta altura de los acontecimientos ese “estado ausente” pareciera transformado en una entelequia, en un galimatías, y sin embargo ese estado, se encuentra conformado por instituciones que las llevan adelante ciudadanos que en algunos casos fueron elegidos por nosotros y en otros casos ocupan lugares por concurso o antecedentes. Ese representante, juez o burócrata, que supuestamente está capacitado y calificado para llevar adelante una labor calificada por el lugar que ocupa por la norma que le dio trascendencia institucional.

Y aquí parece encontrarse el meollo de la cuestión, las normas, el apego a su cumplimiento, a su observación. Los argentinos llevábamos décadas de incumplimiento a nuestra constitución al estado de derecho, pero la recuperación de la democracia nos ha puesto en un compromiso, cumplir lo que la ley preceptúa.

Y no es la falta de normas lo que hace inviable el sistema, las normas existen, están para instalar un orden, sólo que a diario nos negamos a cumplirlas. Desde las más sencillas,  como quien arroja un papel a la vía pública o quien riega el jardín en horarios no autorizados, o aquél empresario que no paga sus tributos, o el funcionario que delinque en el ejercicio de sus funciones.

Esa anomia o falta de normas, que se traduce luego en inacción, abandono e indolencia, termina repercutiendo en el inconsciente popular, generando un descontento y falta de esperanzas, ya no en un funcionario en particular, sino en todo el sistema burocrático, poniendo en riesgo la existencia de las instituciones y en particular la de la propia democracia.

El descuido por la falta de cumplimiento de los servicios esenciales del estado nos ha llevado a un estado de crisis de la sociedad, y sin caer en los abusos de los positivistas de a fines del siglo XVIII, es imprescindible poner énfasis en recuperar el “orden para afianzar el progreso”.

Ese orden sólo se encuentra en el cumplimiento de la ley, en revitalizar el apego al estado de derecho, y es en ése proyecto político dónde los argentinos debemos encolumnarnos todos sin excepción de banderías, pues se encuentra en nuestros orígenes a partir de quienes redactaron nuestra constitución, en el principio de nuestra nacionalidad.

Sergio Bruni, abogado, ex legislador provincial
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