


domingo, 13 de marzo de 2011
Hace algunos días, autoridades de la provincia comunicaron la intención de declarar a las acequias mendocinas como Patrimonio de la Humanidad ante la Unesco. Todos sabemos que este desierto fue hecho un oasis, a través de la mano y el trabajo del hombre, una historia que viene de muchos siglos. Qué hay de verdad y de mentira detrás de la historia de ese gran protagonista de nuestra geografía.
Conquistadores sorprendidos
Hace exactamente 450 años los conquistadores españoles se sorprendieron de ver un sofisticado sistema de riego que tenían los nativos del valle de Huentota.
Aquellas acequias construidas por los Huarpes eran utilizadas para proveerse de agua potable y de riego.
Gracias a un minucioso trabajo de investigación del arquitecto Jorge Ponte, podemos saber la existencia de algunas de las acequias huarpes preexistentes a la llegada de los españoles.
Una de ellas era el brazo del río de Cuyo, que nacía en la Toma del Inca, conocido por los Huarpes como Goazap-Mayu (río del cacique Goazap) el Desagüe (innominado); la acequia de Tabal-que; la acequia alta de Tantayquen; la acequia de Allayme y la Guaimaien.
La Mendoza molinera
Con el asentamiento de los españoles, los colonos utilizaron estas acequias que habían construido los Huarpes, para continuar con la provisión de agua potable y de riego. A esta estructura ya preexistente se sumó la incipiente industria molinera que, aprovechando la fuerza hidráulica, se extendió por toda la ciudad.
A través de estos molinos se molían, generalmente trigo u otros cereales los cuales servían para la alimentación de gran parte de la población.
Las acequias urbanas mendocinas solían funcionar en paralelo, de manera que la más alta colectaba las aguas que bajaban del pedemonte y las más chicas las distribuían en las zonas agrícolas. Así, estas bajadas intempestivas no destruían a la acequia proveedora de agua para consumo de la población, que estaba normalmente más baja que la colectora.
Acequias famosas
Hacia el siglo XVIII y -según el arquitecto Ponte- dos acequias eran las que servían con agua potable y de riego agrícola: la acequia de Tabalqué y la Acequia de la Ciudad, ambas con sus respectivas tomas de agua en la Acequia Grande de la Ciudad.
La primera, la acequia de Tabalqué, regaba y proveía de agua potable y de riego a la porción oeste del casco urbano, hasta la calle de la Cañada (hoy Ituzaingó), la principal de la ciudad, al borde de la Plaza Mayor, y que funcionaba como un colector que recogía las aguas de lluvia y las derivaba hacia el norte, hacia los arrabales de la Chimba.
La segunda era la Acequia de la Ciudad que corría paralela al actual curso del Canal Zanjón, hasta llegar a la entonces calle Larga que era el principal acceso y salida de la ciudad colonial. Este canal era también activador de molinos hidráulicos en su curso.
Hacia el Oeste de la ciudad existían también zonas de chacras a las que servía la acequia de Allayme, con nacimiento en el Dique-Toma de la Carrodilla.
El siglo de la vid
A principios del siglo XX, nuestra provincia sufrió un verdadero cambio en la economía, ya con la vitivinicultura como su gran basamento.
Mendoza no pudo competir con la calidad y el precio del trigo de la Pampa Húmeda y ello conllevó a la desaparición de los establecimientos molineros mendocinos. Los que pudieron perdurar se reciclaron con turbinas hidráulicas accionadas por los canales disponibles.
Entonces el sistema de acequias sirvió para regar los nuevos árboles plantados en sus calles y para el riego agrícola de los alrededores con chacras y viñedos.
La función de la acequia, no obstante, siguió siendo tan fundamental como en aquellos años en que los Huarpes capeaban contra el desierto y la sequía.
Carlos Campana – las2campanas@yahoo.com.ar
URL: http://www.losandes.com.ar/notas/2011/3/13/acequia-admirada-mundo-555861.asp
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